Esto se vio reflejado, y más aun magnificado, en nuestros niños que, con la disrupción de la escolaridad, el corte de las relaciones sociales y de sus actividades, en algunos casos el hacinamiento en sus hogares, muchos de los cuales debieron compartir quizá solo con uno de sus dos progenitores por haber separaciones de por medio y/o enfermedad, hizo que hoy estos mismos niños sufran de: ansiedad, ataques de pánico, mal carácter, imposibilidad de sociabilizar, pérdida de energía, abuso de sustancias, desmotivación y apatía.